Cuando analizamos las consecuencias de la desocupación debemos tener en cuenta cuestiones relativas a subjetividad, poder y violencia.La subjetividad es un proceso por el cual, el cachorro humano en tanto animal se va transformando en hombre, proceso que se inicia con el nacimiento y termina con la muerte, sufriendo modificaciones a lo largo de la vida. Siempre se relaciona a través de los vínculos con los otros, y con las distintas actividades del hombre. Hoy nos interesa el vínculo con el trabajo.
Entendemos por trabajo: toda ocupación, toda obra hecha o por hacer; el esfuerzo empleado en producir o conseguir algo.
Según Freud: “el trabajo liga al individuo a la realidad y a la comunidad humana, todos debieron unirse para enfrentar el apremio exterior”.
La expresión “mano de obra ocupada”, implica la posibilidad que tiene el individuo de sentir que puede modificar la naturaleza y las situaciones adversas de la vida. Están las manos y la mente ocupadas en transformar la realidad y a sí mismo.
El trabajo es:
- sostén de identificaciones: querer ser como, hacer como y tener como,
- dignifica,
- es fuente de autoestima,
- da un lugar, una pertenencia,
- inserta en la realidad, en la sociedad,
- cumple función de sostén,
- vehiculiza la agresión con fines positivos,
- promueve uniones y vínculos.
Antes de hablar de la desocupación y sus consecuencias es conveniente diferenciar desempleo y desocupación, porque a veces se tiende a tomarlos como sinónimos.
En el desempleo se da una situación de cambio. La persona se ha quedado sin trabajo pero existe la posibilidad de que encuentre un nuevo empleo en su medio social. En cambio, en la desocupación existe una ausencia estructural de trabajo en el medio socio-económico en el cual vive y la dificultad para encontrar otro.
En la desocupación, los miembros que pertenecen al sistema económico o político tienen el poder de decisión sobre otros, no cumplen con la función de sostén y respeto por el ser humano en su necesidad subjetiva de trabajar.
La desocupación destituye al sujeto, en cuanto lo priva de su pertenencia al sistema productivo, marginándolo del mercado laboral.
Se habla de los desocupados como de los marginales, fuera del sistema. Estar al margen no es por elección ni por voluntad del trabajador. Es la consecuencia de la decisión de otros, de los que tienen el poder económico, político, estableciéndose una relación de poder entre el grupo dominante y el dominado. El primero actúa sin respeto, sin consideración, penetrando violentamente en la intimidad, cercenando la subjetividad del segundo.
Nos manejamos con el supuesto básico de “vivir y dejar vivir”. Los que tienen el poder económico viven pero no dejan vivir.
Sentimiento intolerable porque implica la ruptura de la relación entre los seres humanos, en cuanto no se le reconoce su necesidad de trabajar y de poder decidir sobre su vida.
El desocupado queda invadido por un estado de desamparo y desesperación. La falta de trabajo conduce a una carencia de medios económicos, lleva a la precariedad. Las necesidades básicas de vivienda, alimentación, salud, educación, etc quedan totalmente insatisfechas desembocando en una situación de desamparo social. Sus efectos son desvastadores en los vínculos consigo mismo, con el prójimo y con la sociedad.
Son frecuentes los estados de depresión, de confusión, de pánico, con sentimientos de hostilidad y odio. Aparecen las enfermedades psicosomáticas, las adicciones, la violencia en los vínculos de pareja, familiares y sociales.
La violencia económica produce la violencia social.
Un desocupado es alguien que fue obligado a dejar de desempeñar un cargo, dejando un espacio vacío que puede ser ocupado por cualquier otro, pierde una posesión y una pertenencia, es un desposeído. Ha perdido el poder en todos los sentidos como capacidad, posibilidad , potencia, dominio.
Cuando los indices de desocupación van en aumento, se vive en estado de amenaza, cualquiera puede ser el próximo, afectando a toda la población. Se instala el temor a quedarse sin empleo, a no encontrar otro.
Hoy más que nunca cobra realidad el dicho popular “el trabajo es salud ”, de salud física, mental y del tejido social.
Así como Freud habla del poder del amor, también deberíamos pensar en el poder del trabajo y la ausencia del mismo como la pérdida de poder en sus distintos niveles. Actualmente, también se observa la pérdida del poder paterno, la pérdida de autoridad del padre desocupado. Las identificaciones querer ser, tener y hacer como, y el pertenecer a pierden vigencia. Los hijos tienen más en claro como no quieren ser ni hacer. Se sienten obligados a ser como los modelos que le impone la sociedad, los cuales no coinciden con los transmitidos por los padres, produciéndose la caída de los valores familiares.
Como trabajadores de la salud mental debemos ayudar a los pacientes a elaborar y resolver la situación traumática que la desocupación provoca, generando redes vinculares de contención y solidaridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario