lunes, 16 de marzo de 2009

JÓVENES EN PELIGRO DE EXCLUSIÓN SOCIAL

Hace tiempo que ser joven ha dejado de ser un simple período de tiempo biológico. Ahora ser joven implica mucho más. Podríamos incluso decir que un joven se define más por las condiciones en las que vive que su edad. Es por eso que el período de juventud acaba siendo más amplio. Si antes el joven lo era entre 18 y 22 años, ahora lo es hasta los 35 e incluso hasta los 40.

Las condiciones que definen a los jóvenes (sobre todo en los países de la OCDE) tienen carácter social, cultural pero especialmente económico. Los jóvenes de hoy están insertos en un sistema económico capitalista de carácter flexible que se caracteriza por, una alta dependencia respecto al conocimiento e información y, por otro lado, por la fragmentación del proceso productivo en múltiples fases, traspasando fronteras estatales y continentales, en busca de una legislación laboral favorable.
Estamos en una situación muy alejada de aquellos años dorados del capitalismo en donde el pleno empleo y el Estado de Bienestar (EB) mejoraron en gran medida las condiciones de vida de los padres y abuelos de los jóvenes de hoy. La prosperidad que ellos vivieron es algo inimaginable hoy en día para sus hijos. Estamos frente a una generación que no prosperará en relación con sus padres, sino todo lo contrario. Unos jóvenes que solo esperan sobrevivir y, de alguna forma, proteger los pocos derechos que han podido heredar.

Unos jóvenes que has retardado su entrada completa en el mercado laboral para poder acceder a un trabajo mejor pero que, años después, tienen serias dificultades de encontrar trabajo. Así, el 43,2% de jóvenes (de 20 a y 34 años) de los países de la OCDE están desempleados, el 50% el caso de España o el 46% en Francia.

Entre los que consiguen un puesto de trabajo vemos aquellos que pueden ejercer su profesión pero de una forma muy precaria (con contratos basura, temporales, con salarios decrépitos, sin lugar de trabajo, etc.) y otros que trabajan de lo que sea, tirando por la borda años de especialización que para lo único que les ha servido ha sido para ser flexibles, polivalentes y adaptables a cualquier situación.

Y éstos son los privilegiados en relación con aquellos jóvenes que casi no tienen estudios y que solo pueden acceder a trabajos no cualificados. Precisamente en un momento en que empiezan a trasladarse a países con menos costes laborales, creando aquí una amplia bolsa de trabajo que no encuentra salida, genera competencia entre los mismos trabajadores y precariza el empleo.

A esta situación se suma la dificultad añadida en algunos países de independizarse debido sobre todo al elevado precio de la vivienda. El caso español es paradigmático sobre todo en lo que oculta. La familia en este caso juega un papel excepcional como distribuidora de recursos ya que, no solo proporciona un techo donde vivir al joven sino que la mayoría de empleo que encuentra lo hace a partir de su red familiar. Es gracias a la familia que los sectores más vulnerables de nuestras sociedades pueden salir adelante con unos mínimos (eso, claro está, si tienen familia, sino les ampara un enclenque EB). Con ello se ocultan los rasgos de lo que algunos sociólogos han denominado la infraclase o subclase.

La infraclase es un grupo social no modulado como una clase social. Asume su condición de forma individual y, por tanto, sus estrategias de salida son individuales. No tiene la capacidad suficiente para articular sus demandas en forma de derechos y es altamente dependiente aunque no acabe de tener exactamente conciencia de ello.

Podemos intuir claramente que los jóvenes, junto con las mujeres y las personas inmigradas forman parte de la infraclase. Algunos con más conciencia que los otros, pero todos incapaces de realizar su proyecto de vida y de participar plenamente en todas las actividades que conjugan su sociedad. Mi pregunta es si, delante de esta situación, no podemos empezar a decir en voz alta que las generaciones jóvenes se encuentran en peligro de verse excluidas socialmente o, lo que es peor, si la etapa de juventud (y todo lo que ella comporta) se prolongará hasta el infinito. Con ello la primera cuestión tendría un no como respuesta puesto que sería toda la sociedad la excluida de si misma.

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