EDITORIAL

UN COMPROMISO DE TODO DOMINICANO CON EL FUTURO

La lucha contra la pobreza, las enfermedades y la destrucción de nuestros pueblos han de ser asumidas con la seriedad que implica saber que ésta es la lucha por la supervivencia de nueve o diez millones de dominicanos y por la misma salud de la República Dominicana. La pobreza en sí misma constituye una forma terrible de violencia contra todos los dominicanos. Cuando un pueblo carece de agua potable, medicamentos básicos, educación y seguridad no vive en paz, los que genera más pobrezas, delincuencia, drogas, terrorismo, descontento y destrucción de vida humana.

Los dominicanos y líderes políticos honestos debemos tener de una vez y por toda, la visión necesaria para hacer frente a los verdaderos retos que constituyen la prevención de los desastres que cometen los representantes políticos corruptos de los gobiernos de turno, por los que se hace necesario la unión de todos los hombres, mujeres y jóvenes honesto, que tomen una acción de lucha permanente con visión organizada, contra la plaga de la pobreza, una acción que asegure un futuro verdaderamente sostenible para todos los dominicanos.

Los pobres y todos los dominicanos debemos reclamar por todas las vías de lugar y así tener la oportunidad de recuperar nuestra dignidad, de lo contrario, las desigualdades sociales entre los ricos y los pobres y la renuencia a adherirnos a los valores democráticos, seguirán abonando el terreno para el surgimiento del crimen, las drogas y el terrorismos en todas sus manifestaciones. No podemos dejar escapar la oportunidad de cambiar el destino de nuestro país. Tal como están las cosas hoy en día, tenemos que trabajar más que nunca para crear una coyuntura favorable que nos dé la oportunidad para cambiar el curso de esta debacle social de corrupción en que estamos inmersos.

Las generaciones futuras nos juzgarán por nuestros logros de hoy: nos juzgarán con mucha severidad si el legado que les dejamos no contiene más que promesas vacías y oportunidades perdidas. Hay un número creciente de gobiernos pueblos en todo el mundo que comprenden la necesidad de emprender los ineludibles cambios. Todavía no es muy tarde para actuar y generar la voluntad política y la solidaridad necesarias para encontrar una salida al clima de corrupción política, de inestabilidad y desigualdad, y así forjar un futuro de paz y prosperidad.

Si no luchamos contra la pobreza, ni salvamos el abismo que separa a ricos de pobres, a alfabetizados de analfabetos, no conseguiremos impedir el avance del fanatismo creciente, la criminalidad, la drogadicción, que son los ingredientes del caldo de cultivo del terrorismo. Si no se lucha contra la pobreza, inútiles serán las medidas económica y política que se adopten. Si no nos ocupamos de nuestro país, todos los esfuerzos que emprendamos en pos de la creación de una República Dominicana más justa estarán destinadas al fracasos, y las futuras generaciones pagarán por nuestra actitud irracional de defalco y derroche.

La existencia de este estado de miseria en que se encuentran nuestros pueblos nos obliga a contraer un compromiso, un reto que no sólo atañe a los políticos y sociedades civiles de los diferentes pueblos, si no que nos atañe y compromete a cada uno de nosotros. Ha llegado el momento en que cada ciudadano dominicano contribuya personalmente a nuestra tarea común. Debemos convertir esta generación en modelo de un nuevo pensamiento político, de una humanidad que ya percibe en su corazón que vivimos en un mismo territorio y respondemos ante las generaciones futuras por la conservación de la vida, la paz y la democracia.

No sigamos permitiendo que nuestra nación dominicana siga apareciendo en el mundo como una nación de la más corrupta del mundo, los dominicanos no nos merecemos tal calificativo de corrupto, sólo por culpa de un gobierno y unos cuantos funcionarios indolentes y corruptos diseminados por todas las instituciones del Estado, convirtiendo el país en tierra de narcotraficantes, donde robar, matar y atracar se ha convertido en la regla y la impunidad es el centro de actuación de los grupos de poder.