LA YIHAD, HASTA EL JUICIO FINAL

Ciertamente, el árbol no nos deja apreciar el bosque en toda su extensión. En nuestro país estamos entretenidos en una crisis económica de caballo, de la que se saldrá antes o después, pues no hay crisis que cien años dure, en corrupciones de todo tipo, en trajes de políticos que al parecer no los ha pagado él, estamos entretenidos -repito- con las actuaciones y discursos de políticos tramposos, embaucadores y desvergonzados que impiden que el ángulo de nuestra visión se abra y podamos ver así una imagen más completa y nítida de la realidad.

Lo que está sucediendo en dos países que están muy lejos de nosotros, tanto en la geografía como en nuestro interés, como son Afganistán y Pakistán, puede que esté configurando el futuro de lo que conocemos como el mundo libre u occidente, es decir, puede que ponga en peligro la seguridad de nuestras sociedades libres, abiertas, laicas e ilustradas.

Es evidente que los talibanes, lentamente pero sin pausa, se están adueñando cada vez más de grandes extensiones de Afganistán y de Pakistán. En la frontera noroeste paquistaní, en el valle de Swat, limítrofe con Afganistán, a cien kilómetros de la capital Islamabad, los talibanes se han hecho fuertes y han obligado al gobierno central a reconocerlos y a ejercer su derecho a aplicar la temible ‘sharia’.

El presidente paquistaní, Zardari, creyó ingenuamente que estas concesiones aplacarían los deseos de conquista de los talibanes y cumplirían el compromiso de entregar las armas, volver a sus cuarteles y cesar en sus ansias de conquista. Craso error del presidente Zardari, pues inmediatamente los rebeldes talibanes anunciaron que jamás entregarán las armas.

Es más, el portavoz talibán Muslim Khan sentenció que “la Yihad Islámica seguirá hasta el Juicio Final”. Es tan grave la situación que la Secretaria de Estado Hillary Clinton declaró: “Creo que en el fondo el Gobierno paquistaní claudicó ante los talibanes y los extremistas”. A este respecto, el recientemente liberado religioso radical Abdul Aziz, líder de los estudiantes de Corán de la incendiada Mezquita Roja en el verano de 2007, manifestó, en su prédica del viernes, que “mientras más víctimas demos, más rápido se extenderá el Islam por todos lados”.

El tal Abdul Aziz lo ha dicho. Pero ¿a qué clase de Islam se refiere? Pero ¿hay otro Islam? ¿O sólo hay el que hay? Quizá en occidente usen un guante de seda para aplicar el único Islam que al parecer existe. Acaso, actúen así para que no nos asustemos y de este modo puedan conseguir más fácilmente sus objetivos, que no es otro que islamizarnos hasta la médula, y, así, devolvernos a la sociedad medieval de donde salió esa religión y su libro de instrucciones, ante la indolencia y la indiferencia de una ciudadanía que comulga con ruedas de molino y que le da igual ocho que ochenta. Este es un primer paso.

En efecto, las comunidades musulmanas instaladas en los países occidentales, como están en minoría, practican lo que algunos llaman “la paz momentánea”, así, los infieles, ingenuos e ignorantes, permiten el proselitismo en su propio suelo, eso sí, sin exigir ninguna reciprocidad en los países musulmanes.

Esta sociedad occidental es una sociedad de sordos y, por tanto, es inútil llamar a la puerta de un sordo. Es una sociedad que ha renunciado a enfrentarse cara a cara con la realidad. La obvia y cree, así, que es virtual. Es una sociedad que se ha encastillado en la soberbia propia de los ignorantes.

Una sociedad -repito- que está de espaldas a la intención que mueve a los terroristas yihadistas que no es otra que conseguir el desarme moral de toda una civilización. Nada menos. Una sociedad que cree las mentiras de estos facinerosos, que tratan de conseguir sus propósitos inconfesables con una mano de hierrO enfundada en un guante de seda. Iluminados procedentes de países cuyos habitantes son cada vez más creyentes y más pobres. Quizá sea eso lo que nos espera. Fe y pobreza.