martes, 9 de junio de 2009

EL SEXO PIERDE AL VATICANO (Parte II)

Las violaciones y sevicias descubiertas en Irlanda se han producido en otros muchos países - La jerarquía católica practica una política de secretismo y ocultación

Emilia Robles Bohórquez, de la organización Proconcil, subraya, por su parte, que "no es toda la Iglesia quien delinque", pero que compete a toda la Iglesia, "con valor, transparencia y energía, afrontar el hecho". Añade: "Dada la gravedad de las situaciones, hay que revisar la manera de afrontar la sexualidad, pero antes urge limpiar y desinfectar los sótanos de algunas instituciones que, lejos de lo que dicen ser, son, con demasiada frecuencia, nidos de bichos". Robles cree que en ese empeño de limpieza, la jerarquía necesita "colaborar con las instituciones civiles y alejarse de complicidades y victimismos".

Pese a que fue entre los esclavos, los humildes y las mujeres entre quienes primero se propagó el cristianismo, la agresiva tradición antifeminista avanza pronto en la nueva organización eclesiástica. Es ese desprecio a la mujer, incluso el aborrecimiento, por donde se ha colado el afán de dominación y todo tipo de abusos, sobre todo sexuales. No es posible comprender esos comportamientos prepotentes sin escuchar a los padres de la Iglesia proclamando la abyección de la mujer y el sexo. Así se explica, también, que las principales víctimas, por millares, de la Santa Inquisición fuesen mujeres, arrastradas a la hoguera por brujas o portadoras de pecado.

Había dicho, por ejemplo, san Juan Damasceno: "La mujer es una burra tozuda, un gusano terrible en el corazón del hombre, hija de la mentira, centinela del infierno". Y santo Tomás de Aquino: "La mujer es un hombre malogrado. Un ser ocasional: sólo el hombre ha sido creado a imagen de Dios". O Alberto Magno: "La mujer es un hombre ilegítimo y tiene la naturaleza incorrecta y defectuosa".

Incluso el gran Agustín, obispo de Hipona, sostuvo que "el marido ama a la mujer porque es su esposa, pero la odia porque es mujer", y que "nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer". ¿Hablaba por experiencia? Padre de un chico al que llamó Deodato (dado por Dios), repudió a la madre sin contemplaciones para hacer carrera eclesiástica.

Otro cantar es la homosexualidad entre el clero cuando se convierte en signo de poder o antesala de abusos pedófilos. Sostiene Ramón Teja, presidente de la Sociedad de Ciencias de las Religiones y catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Cantabria: "Era lugar común en la literatura ascética de la antigüedad que la decadencia del monacato se produjo por la presencia de jóvenes en los cenobios.

Lo advertían los padres del desierto con dichos como éstos: 'Un diablo fue a golpear a la puerta de un cenobio y vino un joven a abrirle. El demonio, al verle, dijo: Si estás tú aquí no hay necesidad de mí'. Para los monjes, los jóvenes, más que las mujeres, son un lazo del diablo". Otro dicho de época: "Donde hay vino y jóvenes no se necesita a Satanás".

Teja ve en los casos de abuso un hilo conductor común: la idea de que el sexo no cuadra bien con lo sagrado. "No he encontrado textos que reflejen mayor tolerancia hacia la fornicación homosexual que hacia la heterosexual, pero es reveladora esta sentencia que parece reflejar una cierta graduación de pecados: 'El monje no debe cultivar la amistad con un joven, ni el trato con una mujer, ni tener amistad con un hereje".

Las cosas no han mejorado en la actualidad. Todavía en 2001 el teólogo redentorista Marciano Vidal fue castigado por la Congregación para la Doctrina de la Fe (ex Santo Oficio de la Inquisición) por considerar la sexualidad humana como "un lujo de la naturaleza" (la persona, un ser sexuado, un modo de percibir al otro, etcétera), y por entender las relaciones prematrimoniales, la homosexualidad o la masturbación. La severa notificación inquisitorial contra el gran moralista español lleva la firma del cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI.

El libro de Marciano Vidal Moral de actitudes es una referencia imprescindible para comprender las agitadas relaciones del cristianismo con el sexo y la mujer. Vidal recuerda en Moral del amor y de la sexualidad que "castidad" procede de "castigo" ("que la razón impone a la concupiscencia domándole como a un niño", escribe santo Tomás de Aquino).

Marciano Vidal, por cierto, subraya la indulgencia con que el buen san Alfonso contempla un escote (ubera) de mujer. "Pectus non est pars vehementer provocans ad lasciviam" ("El pecho no es parte que provoque vehementemente la lascivia"), escribe el fundador de los redentoristas. Hay una simpática anécdota del papa Juan XXIII ante la exuberante Sofía Loren. Cuando era nuncio en París, el carismático Papa del Concilio Vaticano II se encontró en un acto oficial con la actriz italiana, que lucía generoso escote. "¡Benedetto, quel Calvario!", suspiró con sonrisa desarmante, para regocijo de los presentes.

Fue beatificado por Juan Pablo II en el año 2000.

El argumento libidinoso se sostiene muchas veces para expulsar del sacerdocio a la mujer. Se lo recuerda Umberto Eco al cardenal Carlo Maria Martini en el diálogo publicado con el título ¿En qué creen los que no creen? Eco dice al cardenal que Tomás de Aquino usa el argumento propter libidinem (a causa de la lujuria) porque si el sacerdote fuese mujer, los fieles (varones) se excitarían al verla. Rebate Eco: "Dado que los fieles son también mujeres, ¿qué ocurre entonces con las muchachitas que podrían excitarse ante un cura guapo?". El autor de El nombre de la rosa recuerda al prelado las páginas de Stendhal en La Cartuja de Parma sobre los fenómenos de incontinencia pasional suscitados por los sermones de Fabrizio del Dongo.

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