lunes, 29 de junio de 2009

JÓVENES QUE SON NIÑOS VIEJOS

Casi en secreto, sospechaba yo, hace tiempo, que la juventud había entrado en una dinámica peligrosa, pero no imaginaba, ni por asomo, que el asunto fuera tan chungo. Tenía la esperanza de que el alejamiento que imponen los años distorsionara mi percepción de la realidad. Me resistía a verlo, de modo que cuando alguien sacaba el tema y me pedía opinión sobre la apatía y el conformismo de quienes, ahora, son jóvenes, respondía con la reserva de no estar en la onda y opinar desde el punto de vista de una persona mayor.

Lo hacía, supongo, para no caer en la torpeza de lo mismo que había oído mil veces cuando era joven, pero después de leer una reciente encuesta de Metroscopia me he quedado de piedra, pues, según dicha encuesta, el 54% de los jóvenes españoles, entre los 18 y los 34 años, dice no tener proyecto alguno de vida ni sentirse interesados o ilusionados por el futuro.

El dato asombra. Muestra que estamos ante una generación de jóvenes apáticos, desvitalizados, indolentes y cómodos que, amparados en el confort y la permisividad familiar, se caracteriza por el rechazo simultáneo a estudiar y trabajar. Algo que para la gente de mi edad, que somos los padres de esta juventud, representa un hecho insólito pues, hasta ahora, se sobreentendía que si no querías estudiar tenías que ponerte a trabajar. Ahora no. Ahora resulta que la mayoría de los jóvenes no tiene interés por casi nada ni tampoco ilusión de cara al futuro. Y lo curioso del caso es que, aun así, el 80% declara sentirse muy satisfecho con su forma de vida.

¿Hay quien lo entienda? A mí y a unos cuantos que conozco nos cuesta. No acabamos de entender, y aceptar, que el modelo de vocación profesional que implicaba un proyecto de futuro y un destino final conocido, con sus esfuerzos y sus contraprestaciones, haya desaparecido. Pero, por lo visto, si no ha desaparecido del todo, por ese camino va, ya que, según los sociólogos, el pacto implícito entre el Estado y la familia, que compromete al primero a sufragar la educación y a la segunda a cargar con la manutención, alojamiento y ocio, hace creer a la mayoría de los jóvenes que puede retrasar la toma de responsabilidades hasta no se sabe cuándo. Imagino que hasta que sus padres la palmen porque los jóvenes de ahora si por algo se caracterizan es porque no tienen prisa por hacerse mayores. Por eso y porque han decido aprovechar los mejores años de su vida sin preocuparse de más. Luego ya se verá.

Lo triste es que hay poco que ver. Los componentes identitarios de la juventud actual no son las ideas, el trabajo, la clase social, la religión o la familia. Son los gustos y las aficiones, eso es lo único que les une y les motiva. Están preparados y satisfechos con sus vidas pero se sienten vulnerables y totalmente perdidos.

La juventud ha cambiado mucho, pero nosotros, los padres, parece que muy poco, porque según la citada encuesta la mayoría de los jóvenes nos mira con descrédito y bastante escepticismo. No aceptan la vida que les ofrece esta sociedad que hemos creado. Reconocen que hemos luchado y trabajado mucho pero que, a pesar de nuestro esfuerzo, trabajo y sacrificio, tampoco ven que seamos muy felices. De modo que no es eso lo que quieren.

¡No te fastidia! Y nosotros tampoco.

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