lunes, 8 de junio de 2009

POR QUÉ CALLAN LAS MUJERES (PARTE I)

El acoso sexual en el trabajo es un tabú tan intocable como el que acompañó la violencia de género - Para muchas personas es la nueva batalla en la guerra por la igualdad

El acoso sexual es un asunto maldito. Nadie quiere hablar de ello, nadie quiere contar su historia, y muy pocos -pocas, en femenino, porque la mayoría que lo sufre son mujeres- lo denuncia. Las que lo hacen, luchan por olvidarlo. De la mirada insistente y lasciva al chiste grosero, la intimidación o el chantaje, la gradación del acoso va subiendo tonos de forma progresiva.

El año pasado, en toda España, la Inspección de Trabajo recibió 152 denuncias por esta causa, al margen de la vía judicial. ¿Son estos todos los casos que se produjeron? El propio encargado de recopilar estas cifras, el subdirector general de Prevención de Riesgos Laborales y Políticas de Igualdad del Ministerio de Trabajo, Adrián González, se confiesa "convencido de que hay muchos más, pero no se denuncian". Por varios motivos: "Uno, que muchas mujeres ni siquiera se dan cuenta de que están siendo víctimas de acoso; otro, que tienen miedo a represalias y, por otra parte, se produce un sentimiento de culpa y vergüenza en la propia víctima".

Los tabúes se construyen sobre la base del imaginario social. Si algo constatan los expertos que se encargan de combatirlo es que el acoso sexual en el trabajo es una lacra enmarcada todavía en la esfera de los asuntos privados, como antaño lo fue la llamada violencia de género en el hogar.

El Ministerio de Igualdad está elaborando un código de buenas prácticas en materia de acoso sexual y también acoso por razón de sexo, que tiene el doble objetivo de disuadir las malas conductas y de facilitar la denuncia a los trabajadores mediante canales confidenciales. Algunas comunidades autónomas, como Cataluña, acaban de lanzar el suyo para que todas las empresas puedan aplicarlo. De hecho, a raíz de la ley de Igualdad de 2007, ya es obligatorio contar con planes específicos que eviten situaciones de discriminación y acoso en todas las empresas de más de 250 trabajadores.

El objetivo es armonizar y unificar el contenido de la negociación colectiva en esta materia. En otras palabras: socializarlo, considerarlo como un problema de salud laboral y no como un mero conflicto entre personas.

Carmen (nombre supuesto) cuenta su historia porque tiene un final relativamente feliz. Tardó meses en decidirse a plantar cara a aquel compañero de trabajo que la acechaba a diario, en el sector de limpieza de una estación de ferrocarril de Murcia. El tipo trabajaba en el mismo centro aunque para otra empresa subcontratada. "Me seguía a todas partes, venía al trabajo incluso cuando no le tocaba, me hacía proposiciones y le molestaba mi rechazo. No dejaba de llamarme por teléfono. Hasta que me amenazó. Me dijo: 'Un día te vas a enterar'.

Yo grabé alguna de nuestras conversaciones, le denuncié y acabé ganando. Pero pasaron cosas muy fuertes que he olvidado con ayuda psiquiátrica", cuenta cinco años después.

"El ambiente ferroviario es muy masculino y creí que no me iban a creer. Su mujer, que también trabajaba aquí, creía que era culpa mía. Pero la gente se portó mejor de lo que yo esperaba", apunta Carmen, que entonces tenía 37 años y estaba en proceso de separación de su marido.

El patrón habitual se cumple en esta historia. "Suelen ser hombres casados, con hijos, mandos intermedios y aprovechan situaciones de mujeres a las que creen vulnerables, más fáciles de abordar, porque están separadas o porque tienen una situación laboral precaria", aunque también hay hombres acosados, apunta González. Hay casos flagrantes, como el de Carmen, con amenaza incluida, pero el acoso adopta a veces formas sibilinas o jocosas. "Lo que hay que hacer es aislar al acosador, porque muchas veces el resto de trabajadores miran a otra parte, le quitan importancia", añade el subdirector.

El trabajo de la Inspección revela algunos avances. El año pasado, las 478 actuaciones realizadas dieron lugar a 275 requerimientos y cuatro infracciones recogidas en acta, que supusieron 58.702 euros en multas. Con la ley de Igualdad, la actividad inspectora en materia de género se reforzó. Sin embargo, en 2007, con muchas menos actuaciones (85), se certificaron siete infracciones, con multas por 123.527 euros. Las sanciones previstas por acoso sexual están recogidas en la Ley de Infracciones y Sanciones, y están tipificadas como "muy graves", con cuantías de entre 6.251 y 187.515 euros.

Pero fuera queda todo lo que no se denuncia y todo lo que se articula directamente por la vía judicial. Un informe del Instituto de la Mujer sobre el acoso sexual ya reveló hace tres años que una de cada diez mujeres sufría algún tipo de acoso sexual en el trabajo, pero sólo una cuarta parte había comentado su situación con alguien. Y cuando la empresa tenía conocimiento, la mitad (49,8%) no adoptaba medidas. En un 4,6% de los casos se consideró algo normal, y en el 3,9% se cambió al acosador de centro de trabajo.

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