martes, 4 de agosto de 2009

¿CRIMEN CRECIENTE? MORALIDAD DECRECIENTE

Tanto a nivel local como internacional, el aumento reciente de la criminalidad es alarmante, pues parece tender a crecer exponencialmente. La capacidad gubernamental de persecución, enjuiciamiento y castigo de ladrones, violadores, homicidas y terroristas, está más que rebasada por la delincuencia. Más preocupante aún es la de violación de derechos humanos, terrorismo de la fuerza pública y aún de actos genocidas en diversos países.

Igualmente preocupa el mayor involucramiento de elementos policíacos y militares en hechos criminales y delincuencia organizada.
En esta ola de criminalidad, hay también una creciente participación de menores de edad, no solamente por inducción de sus mayores sino por propia iniciativa, para cometer actos delictivos sin pensar en las consecuencias, tanto para sus víctimas como para sí mismos. Lo más terrible de este asunto es el número de casos de menores que han abierto fuego en escuelas, principalmente de los Estados Unidos y de asesinatos u otros tipos de crueldad por parte de menores delincuentes, aún contra otros niños, y contra animales, por simple placer.

Esta realidad ha planteado también a nivel internacional la revisión de la edad de responsabilidad penal de los menores, pues autores de delitos graves y especialmente de homicidios, se han librado de castigo y aprendido que pueden gozar de relativa impunidad.

Ante este panorama sombrío, la gente se pregunta más el cómo combatirla y cómo amedrentar y desalentar al delincuente con penas severas y eficiencia de la justicia oficial, que preocuparse por conocer cuáles son sus orígenes, para tomar medidas correctivas de fondo.
Salvo los delitos por ira o temor, en los cuales no aparece el razonamiento moral que los evitaría en estado de tranquilidad de conciencia, los delitos son cometidos a sabiendas de lo que se hace, pero tal parece que cada vez más no es porque el delincuente desoye su conciencia, sino más bien por la ausencia del juicio moral: estamos ante una creciente amoralidad de la sociedad.

La amoralidad o ausencia de moral, permite al individuo actuar sin sentir la necesidad de preguntarse si un acto es bueno o malo. Este es el problema de fondo: la ausencia creciente de valores morales en la sociedad contemporánea y por tanto la falta de conciencia.

Esta ausencia de principios morales distorsiona el plan de vida de quienes lo sufren, ya que los valores tradicionales, los que el hombre trae consigo al nacer como parte de su herencia cultural, la “moral natural”, y los enseñados por padres y maestros, son olvidados o suplantados por los intereses y placeres personales convertidos egoístamente en valores supremos. El deber y el respeto a los demás, el concepto de dignidad del hombre y el valor de la vida misma se pierden, y con mayor razón el respeto a los bienes ajenos.

La moral natural, ese principio de conciencia genético del hombre, debe ser enriquecido por la enseñanza moral de sus mayores, que la humanidad ha ido aprendiendo y desarrollando, de acuerdo con los códigos de ética de cada grupo social. Durante siglos, los padres han educado a sus hijos en lo que consideran el recto uso de la conciencia, y los valores morales que dicha conciencia debe tomar como criterios de valor para juzgar sus actos. Sin embargo, la desgracia es que la sociedad contemporánea ha relajado esta responsabilidad y dejado relativamente a su suerte a los hijos en cuanto a la formación moral firme se refiere.

La sociedad humana tradicionalmente ha fundamentado su moral en las exigencias de responsabilidad ante una divinidad, es decir por razones religiosas. La religión, obliga al individuo a respetar normas de hacer el bien, definido por la propia religión y congruente en general con la moral natural; también lo obliga a no hacer determinados actos por ser de maldad, conforme a la misma enseñanza. De este actuar bien o mal, se responde tanto a su familia, a su grupo y su comunidad como a la deidad que enseña y exige una recta conducta, y que en la vida presente o post mortem premiará o castigará.

La formación religiosa no solamente inclina al hombre a actuar bien por temor al castigo después de la muerte, o por la búsqueda de una felicidad eterna, sino porque descubre que el bien actuar genera paz interior, normalmente desconocida aún para quien se conduce conscientemente en el bien por razón de su moral natural, es decir aún siendo ateo, pero formado moralmente por padres y maestros.

Hay un marcado paralelismo entre la desacralización de la vida moderna, olvidándose de la religión y sus exigencias y el aumento de la delincuencia, de la drogadicción, del libertinaje hedonista y del abuso del poder y la fuerza del Estado. El abandono de la religión se ha traducido en el relajamiento de la enseñanza moral en la familia, la escuela y la sociedad en general, llevando así a la amoralidad creciente y por tanto al libertinaje, que llega a incluir la delincuencia sin cargos de conciencia, ya que ésta se ha relajado hasta llegar a desaparecer en quien roba, destruye, daña, abusa, viola o mata sin ningún remordimiento.

Es la ausencia de formación y responsabilidad religiosas, lo que permite a un individuo aceptar que el sostenimiento de su familia puede hacerse delinquiendo, o luchar políticamente con terrorismo, sin que ello le produzca la menor duda de conciencia. Y lo mismo sucede a quien va más lejos, al recurrir al delito para buscar el placer de la vida o el que da el abuso de la fuerza y el poder, y no buscar en cambio la felicidad que da la paz interior de quien sabe estar cumpliendo deberes morales por razones trascendentes, como enseña la cultura religiosa judeo-cristiana.

Aún la religiosidad sin formación permite llegar a aberraciones como criminalidad bajo supuesta protección divina, o la creación de cultos propios del narcotráfico, o el terrorismo con fines de fanatismo religioso. Sólo la formación religiosa bien llevada por la familia y la comunidad puede llevar a una recta formación de la conciencia.

En resumen, la creciente delincuencia va de la mano con la desmoralización de la sociedad actual, que a su vez coincide con el abandono de los valores religiosos. Y no es que antes, en la historia de un mundo más religioso, no haya habido delincuentes, terroristas o genocidas, sólo que ahora más y más individuos aceptan estas conductas sin ningún cargo de conciencia: sin Dios, sin moral. Habrá un mundo más pacífico cuando la humanidad redescubra la paz interior del deber cumplido ante la divinidad, que conlleva el amor y respeto al prójimo.

No hay comentarios:

DALE CLIP A LA FOTO PARA INGRESAR A LA PAGINA

ESTE BLOG NO ES APTO PARA MENTES CERRADAS. NO ES APTO PARA CONSERVADORES.... ESTE ES UN BLOG QUE SURGE PARA MOSTRAR Y DAR A ENTENDER LA VIDA EN SUS MULTIPLES FACETAS…