viernes, 7 de agosto de 2009

LA SOCIEDAD EN DESCOMPOSICION

Me pregunto: ¿Qué queremos en nuestros hogares? ¿Qué queremos en nuestras familias? ¿Qué queremos de nuestros hijos?. Queremos en nuestras niñas y niños admiración, inocencia, ternura…. Queremos en nuestras jóvenes y nuestros jóvenes dignidad, virtudes, ideales… Queremos en nuestras familias respeto y responsabilidad de todos, apoyo mutuo, comprensión, afecto… Queremos que se aprecie el valor del matrimonio, la fidelidad de los cónyuges, la consideración de los mayores, los buenos modales, el decoro en el lenguaje…

Hoy esto que queremos se está perdiendo. La vida social está sufriendo un deterioro moral que ya es motivo de seria preocupación. Son manifestaciones de ello la violencia, las adicciones, la deshonestidad, la corrupción y la falta generalizada de respeto a la ley y a la autoridad. Incluso muchas personas ya no se atreven a pronunciar ciertas palabras que tienen una connotación moral y que peor aún están desapareciendo del lenguaje. Por ejemplo: bien, bondad, buenas costumbres, deber, virtud, nobleza, recato, modestia, vergüenza, pureza, decoro, decencia. Y hasta se rehuye el uso de la palabra “moral” y se prefiere decir “ética”.

En los Estados Unidos el deterioro moral, sobre todo de los jóvenes, ha llegado a extremos alarmantes. En 1940 los maestros se quejaban de que los alumnos hablaban en las clases sin levantar la mano, masticaban chicle, hacían ruido por los pasillos, se salían de las filas y se vestían inapropiadamente. Hoy se quejan del abuso de la droga y del alcohol, de los embarazos, violaciones y de los robos.

Vaclav Havel – Presidente de la República Checa, ha dicho que en todas las esferas de la convivencia humana hay que profundizar en nosotros y en los demás, en la fuente de la moral que está en nosotros y por encima de nosotros, y que sin el cultivo integral de ella no se puede crear el respeto indispensable para las reglas de la convivencia.

Y con gran visión Octavio Paz decía: “Cuando la virtud flaquea y nos dominan las pasiones –casi siempre inferiores; la envidia, la vanidad, la avaricia, la lujuria, la pereza –las repúblicas perecen. Cuando ya no podemos dominar nuestros apetitos, estamos listos para ser dominados por el extraño. A medida que la virtud se debilita, crece el río de sangre”.

¿A qué se debe esta situación? Se debe, entre otras causas, a la falta de educación moral de los niños y jóvenes, sobre todo en el hogar, a causa de la desintegración de la familia y como consecuencia de ello al debilitamiento de su importante papel de educadora de los hijos. La familia, ese tesoro que los mexicanos apreciamos tanto.

Esta desintegración de debe, en gran parte, al deterioro del matrimonio como institución indispensable para la estabilidad y felicidad de la familia misma. Su crisis se debe, a su vez, entre otras causas, a una corriente generalizada que justifica y aún alienta la relación sexual fuera del matrimonio. Algunas manifestaciones de ello son la promiscuidad, la relación prematrimonial, la unión libre, la infidelidad conyugal y las perversiones.

Es evidente que esta corriente de desorden sexual se alienta y aún se justifica de algún modo en los contenidos de los mensajes, espectáculos y programas de los medios de comunicación. Muchas veces estos medios, para conseguir “rating”, recurren al uso irresponsable y morboso de temas sexuales, de violencia y vulgaridad, sin la menor consideración para la sensibilidad y convicciones de la mayoría de la gente. Con el pretexto de que debe darse a conocer la vida real, suelen presentar dichos temas de tal manera que mucha gente llega a considerarlos como algo normal y generalmente aceptado.

Hay una influencia creciente en los medios de comunicación en la formación de la manera de pensar y en la conducta de la gente. Existe información de que la familia, en la sociedad clásica, influía en sus valores en un 45% y los medios de comunicación en un 5%. Hoy en la sociedad moderna los porcentajes son 27 y 23%.

Alguien ha dicho que hoy la mayor parte de la formación ética de los jóvenes se recibe fuera de la escuela y de la familia, y también que la comunicación social ha llegado a ser el verdadero foro de la educación moral. Con frecuencia nos quejamos del ambiente de inseguridad, bajeza y corrupción que nos rodea, pero debemos preguntarnos si esto no se debe a esta descomposición de la fibra moral de las personas, que a su vez ocasiona la destrucción misma del tejido social.

Una voz autorizada dijo hace años que la comunicación “entra sin permiso, tira la puerta, se mete por la ventana y la antena, se ubica en cualquier parte y a cualquier hora”. Es imperativo que los medios de comunicación se den cuenta de su tremenda responsabilidad en lo que está ocurriendo. Que se convenzan de que deben respetar la moral pública, la dignidad de las personas, su vida privada y su intimidad. Que en el uso de su libertad de expresión tienen la obligación no sólo de no ofender o dañar a los demás, sino también de contribuir de algún modo a su bienestar y superación.

La sociedad espera que los medios de comunicación, en su tarea de entretener e informar, destierren de su programación todo aquello que desconcierta, empequeñece o degrada, y además destaquen lo más valioso de la condición humana: los actos nobles, la compasión, el servicio, la generosidad, la alegría de vivir, el esfuerzo abnegado y aún el heroísmo: lo mejor de nuestras tradiciones y costumbres.

Todos aspiramos a vivir una vida digna, pacífica y civilizada. A la humanidad le ha costado mucho salir de la barbarie. Todos tenemos la responsabilidad de hacer un gran esfuerzo para no regresar a ella.

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