sábado, 30 de enero de 2010

LA TIERRA NO TIEMBLA IGUAL PARA TODOS

Los países empobrecidos, con escasez de todo excepto de miseria, son más vulnerables a terremotos y otros desastres naturales. Y a su vez, esos desastres les hacen más indefensos ante la pobreza. Un círculo del que países como Haití tienen difícil escapatoria.

El pasado 12 de enero, la capital haitiana, Puerto Príncipe, tembló como pocas veces. Un seísmo de 7 grados en la escala Richter dejó a cientos de miles de personas atrapados bajo los escombros de edificios y chabolas. Y a los que se salvaron, sin agua, ni comida, ni casa. Y lo que es peor: sin futuro.

El desastre lo causó el terremoto. Pero él sólo no pudo. Por detrás, varios años de dumping (práctica de comercio en la que una empresa fija un precio inferior para los bienes exportados que para los mismos bienes vendidos en el país) habían obligado a cientos de campesinos a abandonar sus campos de arroz y emigrar a la capital. Una vez allí, la situación no fue mucho mejor. En puerto Príncipe, las condiciones de hacinamiento y sobrepoblación, la falta de empleo para la mayor parte de los jóvenes, los deficientes servicios sanitarios y una terrible inflación de los alimentos ayudó a que las tierras haitianas temblaran con fuerza.

Pese a lo que pueda parecer, la tierra tiembla con la misma magnitud que en Haití 50 veces al año, tal y como reflejan los datos del Servicio Geológico de Estados Unidos. Sin embargo, muy pocas veces alcanzan grados de destrucción similares. En agosto de 2008, un terremoto de 6,6 grados despertó Japón. Pero sus complejos y costosos sistemas de medición sismográfica y sus construcciones diseñadas para resistir a los temblores permitieron que sólo 60 personas resultaran heridas.

Casi veinte años antes, en 1989, San Francisco sufrió un terremoto de una fuerza similar al registrado en Haití. ‘Sólo’ 300 personas murieron. En seguida se organizó el desescombró y a las pocas horas empezó a llegar la ayuda. Apenas un año después, Irán tembló con menos fuerza. Sin embargo, casi 70.000 personas perdieron la vida.

Esto demuestra que el problema no es que los desastres naturales sólo ocurran en países empobrecidos, sino que justamente son éstos los que no cuentan con la infraestructura necesaria para hacerles frente. Aunque la cifra dependa, sin duda, de si el seísmo afecta a un núcleo poblado, el hecho de que los edificios sean endebles, los hospitales escasos y los planes de emergencia inexistentes hace que el país afectado soporte peor los envites de la tierra. Y tras el desastre, se vuelven mucho más débiles y vulnerables a sufrir grandes daños y pérdidas.

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