Diversos documentos históricos dan cuenta de los crímenes cometidos por el nazismo durante la primera mitad del siglo XX. Invocando, falazmente, razones políticas, raciales, religiosas y hasta científicas, el régimen impuesto por Adolf Hitler en Alemania persiguió y asesinó a judíos, negros, cristianos, socialistas, comunistas, homosexuales, gitanos. Aunque es difícil establecer con precisión el número de víctimas, esa dificultad no es obstáculo para calificar esos hechos como aberrantes y repudiables desde todo punto de vista.
Al igual que otras comunidades, la judía ya había sufrido persecuciones y actos discriminatorios de distinta gravedad en Europa y América, antes de la aparición pública de Hitler. Actualmente, en distintos puntos del planeta suelen irrumpir individuos y grupos antisemitas que atribuyen todos los males a los judíos y reivindican a los nazis.
Vale la pena reiterarlo: acciones pasadas y presentes que merecen nuestro rechazo y nuestra condena.
Sin embargo, otra falacia se ha montado sobre dichos acontecimientos para usarlos, deliberadamente o no, en beneficio de los estados de Israel y de Estados Unidos de América del Norte, con la connivencia de la Unión Europea. Dicha falacia puede resumirse de la siguiente manera: “Los nazis, antisemitas, atacaban a los judíos. Por lo tanto, los árabes hoy enfrentados con los judíos son nazis y antisemitas. Y quienes están de acuerdo con los árabes, también son nazis y antisemitas”.
Para desmontar y desmentir esta falacia, recordemos algunos datos aportados por las ciencias sociales.
Antisemitismo, sionismo e imperialismo
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