Cristianos por el Socialismo Rechaza la Pederastia y al Papa de Roma

Después de tantos escándalos y de muchísimas noticias de los abusos sexuales con niños que se da entre los clérigos católicos, venidas de la mayoría de países del mundo occidental, EEUU, Alemania, Holanda, Irlanda, Polonia, Francia, Reino Unido, España (que se sepa no se han producido con la misma gravedad ni el mismo escándalo en América Latina, en África o en el Sudeste asiático), por fin ha hablado el Papa de Roma. Ha sido inútil el prolongado silencio y encubrimiento de los Cardenales, Obispos y Arzobispos de las Iglesias.


La denuncia de las mismas víctimas o de las asociaciones de víctimas de distintos países, no las ha admitido como tales el supremo jerarca de la Iglesia católica. Los más de mil millones de dólares que la jerarquía católica estadounidense ha pagado a las víctimas, no han sido suficientes. Ha sido necesaria la redacción del Informe efectuado por el Gobierno irlandés dirigido al Papa, para que éste tomara cartas en el asunto. Todas estas aberraciones ya las conocía el Papa Ratzinger. ¿Por qué guardó silencio?

Por motivos de secretismo absoluto, la discreta Congregación de la Fe del Vaticano se atribuyó en realidad todos los casos importantes de delitos sexuales por parte de clérigos, y fue así como esos casos de los años 1981 a 2005 llegaron a la mesa del entonces prefecto cardenal Ratzinger. Un sacerdote, notorio pedófilo, fue trasladado para su ocultación a Baviera en 1980, cuando presidía la diócesis de Múnich el obispo Josef Ratzinger, hoy santo padre. Éste envió, el 18 de mayo de 2001, a todos los obispos del mundo, una ceremonial epístola sobre los graves delitos en la que todos los casos quedaban clasificados como “secreto pontificio” cuya violación está penada con el castigo eclesiástico. Prefirió encubrir los hechos a denunciarlos.

Entonces, ¿no podría esperar la Iglesia, un mea culpa del Papa? En “la carta pastoral a los católicos de Irlanda”, con fecha del 21 de Marzo de 2010, el pontífice tiene en cuenta ”la gravedad de estos delitos”, se extiende en consideraciones religiosas y de reparación de estos pecados, y de compasión por las víctimas, pero omite hablar de la larga lista de países, no sólo de Irlanda, donde en las últimas décadas se han dado numerosos casos, y tampoco aborda la cuestión penal. Los sacerdotes, religiosos y obispos, son ciudadanos antes que clérigos, y como a tales les incumbe abordar su responsabilidad ante la ley civil del delito que cometen.

No es solo pecado, no solo es escándalo, es un terrible delito. Tienen que someterse a los tribunales civiles que enjuicien estas conductas a la luz del código civil, al margen de las creencias religiosas que puedan tener. El Papa, aunque lo reconoce como delito, sigue guardando silencio ante esta dimensión jurídico-penal. No se trata solamente de pedir perdón trágicamente, sino de abordar la realidad en toda su complejidad. Es cómplice de estas aberraciones sexuales, por no haberlas denunciado y haber callado cuando se produjeron y él las conocía por razón de su cargo de Inquisidor de la doctrina de la fe, y ahora como Sumo Pontífice.

Y un papa cómplice de estos delitos tiene que dimitir. No le podemos admitir como Jefe espiritual de la cristiandad, ni como jefe de Estado, con estas complicidades. Este papa no tiene ya la elemental credibilidad que requiere su cargo y tiene que marcharse. Ya vendrá otro a sustituirle.