martes, 16 de marzo de 2010

Las Inconsistencias del Racismo

Ya en las proximidades del 21 de Marzo, Día Internacional contra la discriminación, fecha que internacionalmente se ha fijado para recordar que el racismo no cabe en una sociedad justa, entre otros tipos de injusticias, parece necesario hacer algo más que repetir lecciones morales “a secas” que mencionan palabras como “tolerancia”, “buena voluntad”, etc. sin esgrimir una exposición demoledora de la teoría seudológica racista.

En este sentido permítaseme valerme de un recurso literario que, además de hacer más ameno el discurso, prestará una excelente oportunidad pedagógica en la medida que procederá a “desnudar” sistemáticamente las inconsistencias del racismo y probablemente su autoexclusión del mundo filosófico.
En los albores de la postmodernidad se puede sentir una desconfianza, muy justificada por cierto, al cambio de actitud promovido por el espíritu religioso de otras épocas. La gente presenta resistencia a “hacer el bien” y a contener los sentimientos negativamente discriminadores por simple ética porque ya no se cree en el “infierno” ni el “cielo”.
Corriendo el riesgo de ser demonizado por la opinión eclesiástica me atrevería a decir que, esta renuncia al samaritanismo inducido por el ejemplo de los mártires, bien puede ser una superación que tiende a encontrar las verdaderas razones por la que ser racista es un comportamiento absurdo que está atentando contra el propio “discriminador”.

Ser racista significa haberse acostumbrado a ser déspota, creerse integrante de un grupo privilegiado y, tales sentimientos no son innatos, se “absorben” del entorno representando una medida del grado de ignorancia que habita el espíritu colectivo de una nación, grupo o persona.

Decir que no se es racista porque el evangelio dice que todos somos hijos del Padre es una convicción tan endeble como peligrosa. Frágil en tanto está condicionada a la creencia de determinados supuestos que, cuando se “descascaran”, caen precipitando también la ética del amor al prójimo que se parece más a una “quijotada” cuando no se ha llegado al fondo del mensaje.

Tal vez el problema radica en que, en la mayoría de los casos, la propia religión es un generador histórico permanente de interpretaciones bíblicas racistas porque los “elegidos”, como “el pueblo de dios” se sienten superiores y, sobre todo en el Viejo Testamento, arrasan con otros pueblos politeístas o veneradores de imágenes.

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