jueves, 22 de abril de 2010

La Incertidumbre del Celibato

Es célibe una persona que siendo adulta, sexualmente madura y en condiciones de tener relaciones sexuales, no las tenga.

Entre las múltiples razones para que una persona no tenga relaciones sexuales pueden estar algunas tan extremas como no tener con quién, o no querer hacerlo. Esto último se asocia particularmente con convicciones religiosas en las que su credo sugiere tal abstinencia como parte de su entrega a la fe.

Entendiendo que, en el celibato, el contacto sexual con otras personas estaría descartado; algunas de las personas que se declaran célibes se permiten la masturbación sin considerar que rompen su condición –se les denomina en celibato parcial-, mientras que otros se niegan también esta opción y por ello se les denomina en celibato total o completo.

He conocido historias de vida en las que a ciertas personas no les interesa y no sienten placer respecto de relaciones sexuales; de la misma forma en que a otras personas no les interesa y no sienten placer con un deporte o con un supuesto entretenimiento. Sin embargo, obviamente, las primeras son las excepciones a la condición natural e impulso básico y animal de ejecutar el acto sexual como mecanismo de reproducción para el mantenimiento de la especie.

A mi juicio, claramente biologicista, las dos situaciones o vivencias más importantes y extremas que un animal puede experimentar son el miedo y el orgasmo: el primero –el más desagradable- protege al individuo de riesgos contra su integridad o su vida y el segundo –el más agradable- protege a su especie puesto que lo recompensa por el acto con el que se reproduce.

En diversas teorías y postulados psicológicos y de otras disciplinas se ha planteado la importancia de la sexualidad en el ser humano. Es tan fuerte la energía que ofrece la motivación sexual, que me he planteado la hipótesis de que por más sólidas y sagradas que sean las convicciones –religiosas o no- para intentar permanecer en celibato, ello solo será posible en la medida en que nuestro candidato pertenezca al grupo de los desinteresados.

Qué suerte y qué fácil lograrlo de esta manera. Es que así no hay ningún sacrificio o dificultad, más bien es un alivio puesto que no tendría que realizar algo que no le llama la atención y además con una excelente disculpa: sus convicciones. Cualquier otro ingenuo y no desinteresado que intente, con cualquier argumento, mantenerse en celibato, en principio, no lo logrará. El mejor ejemplo nos lo están dando los representantes de la iglesia católica acusados de pederastia y otros delitos sexuales; sin contar aquellos pretendidos célibes de esa religión, o de otras convicciones, que mantienen relaciones sexuales clandestinamente y no nos enteramos.

Con el ánimo de generar controversia, aclaro que esta aseveración es basada en la probabilidad, puesto que obviamente aparecerán las excepciones a esta regla, a quienes denominaré ejemplos anecdóticos que pretenden obviar la implacable conclusión estadística.

A quienes se declaren célibes, con escepticismo e incertidumbre les diría: ¡Tal vez viéndolos…!

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