miércoles, 5 de mayo de 2010

El liderazgo político en la postmodernidad.La Crisis del liderazgo tradicional.

Daniel Bell, destacado académico de Harvard y Columbia, señala que el surgimiento de la sociedad de la información y el conocimiento está configurando la cultura postmoderna, rompiendo con la cultura y usos tradicionales y con los imperativos burocráticos, tecnocráticos y organizativos de la economía y del capitalismo moderno, e igualmente afectando la tradicional democracia representativa.

Ahora en la nueva sociedad, el ciudadano gracias a la información y el conocimiento, tiene más poder de participación, con lo que se afectan las relaciones de poder y la estratificación social y se genera una reconfiguración de valores políticos, sociales y culturales.

Para Bell, antiguo miembro de la juventud socialista de Nueva York, en la sociedad postmoderna la lucha de clases ya no es la ley de la historia que señalaban los marxistas en la sociedad industrial, pues ahora la gran fuerza transformadora es el conocimiento y la información, al igual que la educación y el capital humano; todo ello impulsado por las telecomunicaciones y la informática que son las herramientas que están dando sentido a la escena histórica del siglo XXI.

Estas realidades de la postmodernidad plantean nuevas demandas a la institucionalidad democrática y novedosos retos al liderazgo político, pues se está configurando un concepto más amplio de ciudadanos y ciudadanía, que va a promover el surgimiento de nuevas formas de gobierno y de Estado con vinculaciones más cercanas al ciudadano, a través de una democracia más participativa y eficiente, en la que los individuos más educados y mejor informados podrán participar directa y activamente en los procesos de toma de decisiones sobre asuntos de interés personal y de su colectividad, liberándose de muchas de las trabas y restricciones de las instituciones de la modernidad y de la vieja política.

Este entorno de amplio acceso a la información y al conocimiento explica la crisis del liderazgo tradicional y la pérdida de las normas y valores que han sustentado el viejo modelo político y la gobernabilidad en la tradicional democracia representativa.

Por ello se ha producido el colapso de los grandes partidos políticos tradicionales, con sus rígidas estructuras jerárquicas y piramidales y están surgiendo nuevas organizaciones, movimientos y grupos de presión de la sociedad civil que representan una renovación, tanto en el estilo operativo, como en la estructura de la actividad política, en respuesta a las agrupaciones caudillescas y a las viejas macroestructuras clientelares y excluyentes de la democracia representativa.

Para Anthony Giddens, frente a las nuevas realidades globales, los ciudadanos han perdido la fe y la confianza en los políticos y procedimientos democráticos ortodoxos, pero mantienen la fe en los procesos democráticos, incluyendo las nuevas generaciones que son más exigentes respecto a los políticos, reclamando mayor transparencia en la gestión democrática y política, mayor involucramiento de los ciudadanos en la toma de decisiones, y mayores posibilidades de asociación y organización para constituir estructuras y movimientos de la sociedad civil capaces de influir directamente en la toma de decisiones de interés público. Es lo que Giddens propone como "democratizar la democracia".

En la sociedad postmoderna ya no hay cabida para el autoritarismo político ni para el caudillismo mesiánico, inflexible y jurásico, que se hace seguir por el temor y no por el valor de sus ideas y que no promueve consensos sino que ordena y ejerce la represión contra quienes discrepan de sus propósitos. Por el contrario, el liderazgo postmoderno debe estar sustentado en valores éticos, humanistas y en la cultura de paz. En personas que entienden que la verdadera función del líder no es imponer su voluntad, sino promover acuerdos para el logro de objetivos de interés colectivo, mediante procesos transparentes y participativos. El líder político postmoderno debe ser valiente, no autoritario, con coraje para dirigir, con visión de futuro y perseverar en su visión.

Debe igualmente ser flexible e intuitivo para adaptarse oportunamente a las cambiantes realidades globales, por lo que debe entender que el verdadero liderazgo supone un proceso de aprendizaje permanente y para toda la vida.Cabe preguntarse si el electorado venezolano, frente a los críticos procesos eleccionarios que se avecinan, tendrá la suficiente cultura política para desechar los caudillos jurásicos de viejo y nuevo cuño y saber escoger a quienes puedan asomar las cualidades de líderes postmodernos. El tiempo lo dirá?

José Ignacio Moreno León.

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