miércoles, 11 de marzo de 2009

HETEROSEXUALIDAD Y MATRIMONIO

En este nuevo artículo se sostiene que el matrimonio ha sido interpretado unilateralmente por personas heterosexuales, con el objeto de discriminar a la diversidad sexual, potenciándose la homofobia y las injusticias.
Una institución que registra una máxima y la piedra angular del heterosexualismo, es el matrimonio.


El sector más ortodoxo y purista que defiende esta institución, la dota de una exagerada ideología de la exclusión que llega, la mayoría de las veces, a registrar un máximo nivel de intolerancia casi obsceno y que crea, además, un fuerte impacto intimidatorio.

Pero este magno exceso de intolerancia sólo ha creado una desenfrenada ceremonia de la confusión y ha lesionado, erosionado, averiado y entorpecido la necesaria y debida relación entre personas homo y heterosexuales.

Las razones del sectarismo heterosexual en relación al matrimonio, son razonables teniendo en cuanta el poder del dogma religioso que es la base moral donde sustenta sus argumentos.

Esta plataforma moral, abrumadoramente homofóbica, es también, para desdicha de los intransigentes y felicidad de los tolerantes, absolutamente discutible. Porque "si la democracia (se puede decir) es homosexual" y el matrimonio es heterosexual, ninguno de los dos grupos de orientación sexual tiene la propiedad privada ni de la democracia ni del matrimonio. Tanto la democracia como el matrimonio nos pertenecen a todos, sin rangos ni status sexuales de ninguna especie.

El fanatismo heterosexual -basado en dogmas religiosos que nunca hay que olvidar son históricos y, por lo tanto, no pertenecen a la condición humana ni son Verdades Universales, como tener relaciones sexuales o por placer y no sólo por fecundación- y su desestabilizadora estrategia de oposición a todo tipo de pluralismos con relación al matrimonio, ha creado un sistema que padece de un exceso de fraccionismo y fomenta el enfrentamiento entre los sexos y orientaciones sexuales que erosionan la democracia y los Derechos Humanos.

Sin embargo, y por ser la democracia intrínsicamente capaz de escuchar y respetar las posiciones de todos y así ponerse en la situación del otro, una presión eficaz de la comunidad homosexual y sus organizaciones estratégicas, ha beneficiado una apertura en el ámbito heterosexual -siempre en el poder- para relativizar los dogmas (sí, es posible que un dogma se relativice) y han creado las condiciones para que el matrimonio entre personas de un mismo sexo sea una realidad ya en cuatro países: Bélgica, Holanda, Canadá y España (país este último que a pesar de su inminente arraigo religioso católico y de gran capacidad histórica para expandir a nivel global este dogma religioso, ha sido capaz de institucionalizar este derecho civil y humano para los homosexuales, un dato que no debe pasar desapercibido en los países de su entorno cultural e idiomático como es América Latina).

La democracia es bella, y ella es capaz de crear belleza. La tolerancia es una de ellas. El matrimonio entre homosexuales es otra belleza de los derechos civiles del sistema democrático, impensable en uno totalitario. Y lo que ha creado la heterosexualidad y la homosexualidad a través de la historia, pertenece a todos los seres humanos, independientemente de su género y orientación sexual, etnia, clase o raza. Nadie tiene la propiedad privada ni de la democracia, creada bajo un sistema político y social inminentemente homosexual, ni del matrimonio, creación plena de la heterosexualidad.

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