
Pero en su reciente visita pastoral a Africa, Benedicto XVI se pasó de la raya al asegurar que el problema de la propagación del Sida “no puede resolverse con la distribución de condones sino, al contrario, lo agrava”.
Decir semejante cosa en un continente donde el más grave problema de salud pública y la principal causa de mortalidad es el Sida —hay países, como Zimbabwe y Botswana, donde entre el 30 y el 40% de sus habitantes ya han sido contagiados— y no hay más remedio realmente efectivo que el condón para evitar las infecciones, resulta —por decir lo menos— una imprudencia. Por eso las palabras papales desataron un huracán de críticas en todo el mundo, lo mismo por parte de gobiernos como los de Francia, Alemania y Bélgica, que de instituciones científicas e investigadores.
Julio Montaner, presidente de la Sociedad Internacional del Sida, por ejemplo, calificó el comentario papal de “irresponsable y peligroso”. Y aunque luego El Vaticano intentó suavizar o matizar las cosas diciendo —al estilo de las aclaraciones del vocero de Fox— que en realidad lo que el Santo Padre quiso decir fue que “hay un riesgo de que el condón... pueda agravar el problema”, no hubo ninguna retractación formal y las afirmaciones del máximo jerarca de la Iglesia se mantuvieron.
La revista médica británica The Lancet, una de las más prestigiosas publicaciones científicas del mundo, ha condenado severamente la declaración del pontífice. En el editorial de su número 9669, del pasado 28 de marzo, señala que “el Papa ha distorsionado públicamente la evidencia científica para promover la doctrina católica en esta materia.” “No está claro si el error del Papa —prosigue el editorial de The Lancet— se debe a ignorancia o a un deliberado intento de manipular la ciencia para apoyar la ideología católica, pero... cuando cualquier persona influyente, sea un dirigente político o religioso, hace una afirmación científica falsa que puede resultar devastadora para la salud de millones de personas, está obligado a retractarse o a corregir lo que se haya publicado”.
No es esta, por lo demás, la primera vez que la Iglesia intenta desalentar el uso del condón como medida contra el Sida. De hecho, en toda Africa obispos, arzobispos y sacerdotes piden a los fieles no utilizarlo, y para ello no vacilan en recurrir a burdas mentiras. Hace algunos años, por ejemplo, el arzobispo de Nairobi, capital de Kenia, declaró públicamente que la incontrolada propagación del Sida en ese país —donde ya la quinta parte de la población es portadora del virus que lo causa— “se debe a la disponibilidad de condones”.
Afirmar falsamente —como lo hace la Iglesia— que el condón contribuye a propagar el Sida, sólo puede servir para que la gente deje de usarlos y, entonces sí, contraiga la infección.
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