domingo, 21 de marzo de 2010

¿Debería Dimitir Benedicto XVI?

A quién reciba a un niño en mi nombre a mí me recibe. Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas ruedas de molino que mueven los asnos y le hundan en el profundo mar” (Mat 18, 5–6).

¿Es consciente la Iglesia de la contundencia de las palabras del Maestro? ¿Es consciente Joseph Ratzinger de que la maldad se ha apoderado de una parte significativa de los sacerdotes que traicionan los mandatos de Jesús Nazareno? Las acusaciones de pederastia que afectan a sacerdotes se cuentan ya por millares: La católica Irlanda, la conservadora Iglesia norteamericana, la ortodoxa Iglesia alemana, la francesa, la italiana…

los casos se multiplican y llegan a salpicar al propio Benedicto XVI. Y no creo que sea oportuno criticar y condenar el hecho religioso como culpable de la transgresión del mandato del Salvador por quienes tienen la obligación de transmitirlo e inculcar a la sociedad el mensaje de liberación espiritual del hombre, sino por actuar contra la naturaleza que se rebela contra la debilidad humana y manifiesta la miseria de su condición.

La gravedad del hecho se ve incrementada por la hipocresía de algunos miembros de la jerarquía católica, que dañan gravemente la credibilidad del conjunto de la Iglesia que parece agonizar por su falta de sensibilidad cristiana: mientras condena con contundencia el aborto, los medios anticonceptivos, la homosexualidad, el relativismo ético, el agnosticismo, el ateísmo, sigue sin embargo protegiendo activa o pasivamente a notorios pederastas, que incluso han alcanzado altos cargos de responsabilidad dentro de la jerarquía eclesiástica.

No vale acusar a la prensa por tratar el caso con “ensañamiento”, no vale negar hechos que por su evidencia son contundentes. Hay que pedir perdón a las víctimas, hay que hacer un público reconocimiento de los hechos, hay que seguir el mandato de Jesús y con una gran humildad asumir las responsabilidades del mal causado. En los textos canónicos literalmente aparece: “Yo os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien sea sencillo como este niño, ése será el mayor en el Reino de los Cielos”, Cristo ha sido claro y contundente.

¿De que vale la Teología si se desconoce la esencia del Mensaje? Cuando alguien acude a la protección del Justo, porque lo necesita, no se le puede responder con mentiras y engaños. El ser humano necesita salir del absurdo y encontrar las razones del principio de causalidad que dan explicación a su existencia.

El perdón, la solidaridad, la protección al humilde, la igualdad, la humildad y el respeto, están en la esencia de las creencias espirituales del hombre, y el Nuevo Mensaje es el amor y no la codicia, la entrega y no el abuso, la solidaridad y no el egoísmo. Creo que, por el bien de su Iglesia, quizás Benedicto XVI debía dimitir después de la convocatoria de un Concilio que retomase y actualizase los postulados renovadores del Vaticano II, y en ese concilio debía de estar invitado el autor de “¿Existe Dios?”, el teólogo suizo Hans Küng. Luego la Santa Sede debía establecerse en Calcuta, donde Teresa dio ejemplo de vida; los sacerdotes deberían poder contraer matrimonio; la homosexualidad debía de estar permitida; la mujer, igualarse al hombre en jerarquía y responsabilidades.

La Iglesia debía desprenderse de los bienes materiales y convertirse en ejemplo de entrega y felicidad para que todos los humanos que aspiran a la libertad espiritual venzan al miedo y vivan en el amor que los acerque al Creador (aunque parezca una utopía).

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