La filosofía, no es sólo una actitud ante la vida, como suelo escuchar o leer, cuando con inmensa soltura se dice algo como “mi filosofía de la vida..”, “mi filosofía sobre esto…”, tal cual si fuese una suerte de realización propia que permite a cada individuo tener la propia y se termina asimilando a la idea de forma de visualizar las cosas desde la perspectiva individual o la expresión de una mera opinión sobre un tema, lo que desde Sócrates en adelante hará remover incómodos sus espíritus, donde sea que se encuentren.
En cierto sentido, sin emabrgo, cuando alguien dice “mi filosofía”, también tiene razón, ya que la filosofía no es sólo idea expuesta en un texto sino también vivencia. Por mucho tiempo se ha consideró a la Filosofía madre de todas las ciencias e incluso magnos textos científicos llevaban por título De la Filosofía… o Filosofía de…, y desde esa visión abrumaba la inmensa carga de conocimiento que se desprendía de ella y que abruma tan sólo por el hecho de saber que no hay individuo capaz de leer, ni pensar en asimilar, todo aquello que se ha dicho bajo el nombre de Filosofía. Es por eso que, aún el neófito en el tema, puede con legítimo orgullo proclamar su filosofía.
Como puede verse, a propósito he hablado de Filosofía (con mayúscula) y filosofía (con minúscula), sólo para efectos prácticos de diferenciar la disciplina del ejercicio personal. Pero, esta misma diferenciación no nos deja la filosofía simplemente expuesta y dispuesta para el libre albedrío del individuo, sino que lo carga de connotaciones de las cuales necesariamente debe hacerse responsable de explicitar en su filosofía. No estoy refiriéndome a conceptos técnicos o de una especie de jerga distintiva, sino del fundamento desde el cual surge el filosofar y desde donde se realiza el discurrir filosofante, lo que permitirá distinguir la opinión (doxa) del saber (sofos), ya que aquel que hable de su filosofía podrá decir lo que estime, pero su fundamento de reflexión básica debe estar presente para cautelar la consistencia de su discurrir.
No se trata de construir un sistema de pensamiento, que so palabras mayores, pero mantener una coherencia interna y externa, de las ideas y de los efectos de esas ideas, del pensamiento (logos) a la obra (ergon), porque todo pensamiento, aspira a ser palabra, que mueva a la acción para la consecución de sus fines, aunque éste sea sólo el convencimiento del interlocutor, aquel a quien le llega en definitiva el discurrir filosofante.
Cabe diferenciar, desde ya, que no es forzoso el ánimo retórico del convencimiento, sino que el filosofar se basta en su exposición, en el ponerse a disposición del “oyente” en el amplio sentido. Y desde este punto de partida reflexivo y coherente el pensar que expone su pensamiento es desde ya filosofía, así lo puede manifestar el hablante que filosofa, sin necesidad de credencial alguna o reconocimiento de autoridad externa, pero sí con la condición de ser consecuente y responsable de sus dichos, para sostenerlos y defender de sus eventuales detractores, que de manera muy sana son un control de calidad de esa filosofía.
Expuesta así la situación, es dable que incluso aquel que no se ha acercado mayormente a la Filosofía, sí pueda hablar de “mi filosofía” y postularla en el ámbito particular que ha destinado para realizar su reflexión. Incluso es legítimo que construya un lenguaje ad-hoc a su filosofía, si percibe que las ideas que busca expresar están fuera del alcance del lenguaje que tiene a la mano. Ese constructo discursivo será parte integral de su filosofía.
Desde un estricto rigor, ese filosofar no parece distinto de cualquier ejercicio del pensar, pero tiene esencialmente un rasgo que lo diferencia de lo metodológico y técnico, ya que es desformalizado, y surge desde la propia experiencia e inquietudes del filosofante particular, ya que desde que se ha encontrad con la inquietud, con la vocación, esa voz interior que lo llama a filosofar, no podrá desarraigas de la premura por decir en palabras lo que piensa y desea que esas palabras conlleven movimiento y acción hacia un propósito, es decir, no se conforma con que quede en el plano de la opinión sino que se consolide en el oyente, como un saber que ha realizado y desea compartir.
Por eso, desde el natural hogar del pensar, todo hombre puede filosofar y construir su filosofía, y aunque las temáticas sean tan variadas como individuos existan, siempre podrán ser figuradas como filosofía, en tanto es el más humano, radical y primigenio sentimiento que embarga a todo humano que, tal como dijeron los primeros filósofos, se maravillan y sorprenden con aquello que los mueve, precisamente, a filosofar.
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